Diego Monge Navarro (III FP) Diócesis de Cartago
Sin duda alguna, el jubileo que vive la Iglesia Universal es una oportunidad extraordinaria para ponernos en camino y ser verdaderos Peregrinos de esperanza, caminando en medio de todos los retos actuales. Dentro de este contexto, la figura de San José se presenta como un modelo excepcional de esperanza silenciosa, obediencia confiada, y sin titubeo como testimonio fiel del amor providente de Dios, tanto así que se puede contar con su paternidad en nuestras vidas.
Las entregas que San José realizó (Cf. Lucas 2, 4-5; Mateo 2, 13-15) son una muestra de como ejerció su misión, con un amor y responsabilidad invaluable, pues a pesar de no ser el padre biológico de Jesús, fue quien le educó, le protegió y sin poner en tela de juicio, le enseño a caminar en la fe.
A pesar de que, en el mundo, la paternidad está pasando por una crisis de identidad y compromiso, San José muestra que la paternidad es un don de Dios, que no hay mejor manera de vivirlo si no es el servicio y el amor fiel. Por ello la paternidad de san José recuerda la importancia de acoger y guiar a las nuevas generaciones, a nuestros hermanos, con esperanza, paciencia y testimonio de vida. La figura de san José debe de ser inspiración para renovar la vocación paternal, con una misión/visión de amor incondicional y de protección.
Profundizando un poco en la figura de san José, es el testigo del silencio fecundo. Considerando el ruido que hace el mundo, se hace impensable el poder optar por el silencio, pero el testimonio de este gran santo, recuerda que la esperanza también se vive en el silencio, la escucha, la contemplación y la obediencia discreta.
En este jubileo se extiende la invitación a redescubrir el silencio como un espacio de encuentro con Dios, que mejor que el desear imitar las virtudes de san José, en donde se pueda salir más fortalecido en la confianza y la oración. Pudiendo aprender de este a acoger la voluntad de Dios sin necesidad de palabras, basta con acciones concretas de fe y amor.
San José, como custodio y protector de la Iglesia y la familia, “desafía” a confiar cada vez más en medio de las adversidades, muestra que la esperanza no es una ilusión, sino una certeza basada en la providencia divina, pues a pesar de que no siempre comprendió los planes de Dios, los aceptó y dio lo mejor de sí, demostrando su gran amor, invitando a cada uno a realizar lo mismo.
Tener a san José como intercesor puede ser clave en este año jubilar, deseando imitar sus virtudes, se pueden renovar los compromisos en las relaciones familiares, parroquiales, laborales; promoviendo la unidad, la fidelidad y la confianza en Dios.
La Iglesia bajo la intercesión de san José, recuerda e invita a la comunidad de fe a responder al llamado de vivir con esperanza, y una esperanza guiada por el Espíritu Santo hacia la voluntad de Dios. Sin duda alguna su intercesión fortalece la vida para superar las dificultades y seguir anunciando el Evangelio con valentía. Y en el ámbito familiar, recuerda que el amor no es pasivo, sino una acción constante de entrega, protección y guía.
Que este año, se logre aprender de san José, a ser realmente testigos de esperanza en un mundo que tanto lo necesita, confiando así sin temor alguno en la providencia divina y respondiendo con generosidad desde la vocación a la que se este llamado. Con la misma confianza que san José, confiemos nuestras vidas a Dios y avancemos con fe en este peregrinaje hacia la plenitud del Reino de Dios.